España en Río 2016. La vida sigue igual
Jaime Gómez, @Rincon_Deporte
Los Juegos Olímpicos de Río 2016 han reflejado fielmente la realidad actual del deporte español. Esa realidad que se desconoce durante cuatro años, se disfruta durante dos semanas y se encierra en el baúl de los recuerdos hasta que se desempolva a los cuatro años siguientes. ¿Cómo es esa realidad? Una realidad estable con matices novedosos pero anclados en modelos ya desgastados.
ESTABILIZACIÓN
La realidad se mantiene estable pues España mantiene una horquilla de medallas y diplomas, principales indicadores de calidad en términos olímpicos. El siguiente listado indica que la calidad de Río 2016 es superior a sus predecesores Londres 2012 y Pekín 2008 y , al menos, están a la altura de unos sobresalientes Atenas 2004:
Edición | MEDALLAS | ORO | PLATA | BRONCE | DIPLOMAS |
Atenas 2004 | 20 | 3 | 11 | 6 | 51 |
Pekín 2008 | 18 | 5 | 10 | 3 | 36 |
Londres 2012 | 17 | 3 | 7 | 10 | 30 |
Río 2016 | 17 | 7 | 4 | 6 | 38 |
Con una horquilla mínima de medallas y en unas buenas cifras de diplomas, en España el elemento diferenciador en Río 2016 es el color de las medallas, pues el hecho de que de las 17 hasta 7 sean de oro revalorizan el número de las mismas. Fuera de debates o fórmulas matemáticas que encuentren un indicador realmente objetivo, 17 medallas con 7 oros y hasta 38 medallas es una actuación, cuanto menos, de notable alto.
En el afán calificador vinculado a estos indicadores, ese notable alto bien podría haber sido notable a secas e incluso bien si esas medallas se hubieran quedado en 13, 14 o 15 con los diplomas por encima de 40. ¿Sería justo? Seguramente no, pues la diferencia entre un cuarto puesto está en un par de segundos tras una hora a solas encima de la bici, un plato que no se rompe tras cerca de 100 disparos, un error de cálculo a la hora de dar la palada final, puntos de oro que caen del lado contrario o esfuerzos titánicos ejemplarizantes para la sociedad sin recompensa. La densidad en la calidad no sería menor, pero el nivel de calidad sí sería menor. Así es el deporte. Y así es la sociedad. El nivel de calidad es la bara de medir una competencia atroz.
ELEMENTOS DE MEJORA
Todo estable, como digo, pero con matices novedosos. La novedad radica en que esos oros, el ser el mejor en el Día D y la Hora H no surge porque sí, no es obra de la suerte o del azar, sino al trabajo, esfuerzo y sacrificio de deportistas y entorno en buscar dar un paso adelante. El paso adelante tampoco tenemos que enfocarle en términos cuantitativos, todos los deportistas del alto rendimiento que luchan por las medallas se manejan en términos muy similares, por lo que la diferencia debe radicar en términos cualitativos.
La eficiencia es un elemento clave. Con la misma cantidad de recursos, maximizarlos para obtener la mayor productividad de los mismos. La crisis de 2012 perjudicó enormemente en 2013, reconvirtiendo la situación en 2014 y 2015 hasta alcanzar cifras similares a las de la mayor época de bonanza económica en España en 2016. El discurso del daño de la crisis e inversión en el deporte español es válido y populista a partes iguales., pero erróneo en el análisis final. Si bien es verdad que 2013 desquebrajó estructuras y planteamientos, estos fueron rehaciéndose desde los cimientos –en algunos casos muy beneficioso- hasta alcanzar en 2016 cifras de inversión público-privadas de los años de ‘vacas gordas’.
Esas cantidades, además, se han recibido en un ejercicio generalizado de control del gasto y coherencia en su uso tras la concienciación de la importancia de este proceder tras años de apreturas económicas. Es decir, el presupuesto que ha ido recuperándose progresivamente ha permitido a federaciones enfocar los planes y objetivos finales del ciclo en unas condiciones de eficiencia respecto a su gestión. Al final, mismo dinero, pero usado de mejor forma para la consecución de los objetivos.
El otro elemento cualitativo trata acerca de las llamadas ‘mejoras marginales’. Este término con génesis británica y ciclista ha ido calando por asimilación y/o indagación en ciertos sectores del alto rendimiento del deporte español lo que ha permitido que las mejoras con aparente nulo impacto en el resultado, generen en sumatorio una mejora aplicable y con retorno. El creciente nivel de la investigación vinculada a los procesos de entrenamiento en los técnicos españoles permiten que los deportistas tengan una mayor calidad en el entrenamiento y que ese entrenamiento vinculado a ‘mejoras marginales’ tengan su transferencia a la competición y a esos momentos clave donde un recepción de estímulos, análisis de los mismos y toma de decisiones respecto a un desplazamiento, lanzamiento o gesto técnico en uno u otro sentido, en mayor o menor grado, marquen la diferencia entre el oro, la plata, el bronce o la medalla de chocolate. Mejoras en todos los ámbitos; físico, cognitivo y afectivo-social.
EL ANHELO
Todo el análisis hasta ahora versa sobre la valoración de España respecto a sí misma, contentarse con mantener una línea estable a lo largo de los últimos 24 años desde que surgiera Barcelona 1992 y la remodelación, o quizá sencillamente creación, del modelo deportivo español. Un modelo desgastado. Es el momento de pensar en crecer, mirar fuera, compararnos con los países de nuestro entorno, e incluso con aquellos fuera de nuestro entorno, que tienen programas de éxito reconocido. ¿Por qué? Porque estoy convencido del potencial en reserva de un país como España en materia deportiva. ¿Cómo lo hacemos? Socialización y calidad.
La respuesta fácil hubiera sido “más dinero”, “mayor inversión”, “del gasto vienen los resultados” y hasta cierto punto podría ser verdad aunque no era de una forma tan pueril del dinero por el dinero. Pero la realidad es la que es, el dinero no cae de los árboles y el dinero para el deporte -no soy el que tiene que decir si tiene que ser mucho más o con lo que hay ya vale- es el que es. Con esas herramientas, socialización y calidad, se puede mejorar y que la horquilla 17-20 pase a ser la horquilla 20-23 o una, ahora mismo impensable, horquilla 27-30.
Ejemplos varios en Francia, Italia, Países Bajos y Nueva Zelanda, mis preferidos, cada país con sus características propias vinculadas a demografía, índice de desarrollo humano, PIB, etc. pero todos ellos sacando un rendimiento máximo a sus diferentes tipos de modelo. Unos priorizando el potencial social respecto a la eficiencia y otros buscando esa eficiencia respecto a los limitantes demográficos. Especial análisis a los dos últimos. Países Bajos, crecimiento en paralelo al español en su inicio pero que nos pasó por la derecha al estabilizarse por encima de las 20 medallas con una demografía de 17 millones de habitantes. Nueva Zelanda, ascenso brutal a las 18 medallas con… ¡4,5 millones de habitantes!.
No podemos aspirar a los modelos británicos, quizá tampoco al francés, pero con el potencial de España la barrera estable de las 20 o 25 medallas no es una quimera. ¿Nos contentamos con lo que tenemos o buscamos en el deporte un cambio en la sociedad? La socialización y eficiencia a través de un Plan Director del Deporte Español que estratifique las diferentes naturalezas del deporte, las ordene competencialmente, las dote de sentido integral y se vinculen entre todas ellas lo podría permitir. Mientras tanto, seguiremos disfrutando con esta realidad que se desconoce durante cuatro años, se disfruta durante dos semanas y se encierra en el baúl de los recuerdos hasta que se desempolva a los cuatro años siguientes. Nuestras 17 medallas.
Comentarios recientes