Valverde musicaliza al ciclismo español con su tercera Lieja-Bastoña-Lieja
– Ans corona al murciano con su tercer triunfo cerrando una semana para el recuerdo
– «Purito» Rodríguez y Dani Moreno, también protagonistas principales de la carrera
– Valverde es el nuevo líder de la clasificación del UCI World Tour

Geert Vanden Wijngaert (AP)
La radio es un fantástico compañero de viaje en la carretera: te habla sin necesidad de que le contestes… ni siquiera que le escuches y, sin embargo, por muy ajeno que te sea el asunto que trate, le acabas prestando más atención que a cualquier tema que pudiera sacar un ser humano sentado a tu derecha. Así son desde hace un tiempo mis tardes de los viernes… conducción solitaria entre Madrid y Gijón mientras Julia Otero ameniza a su audiencia gracias a sus grandes colaboradores. En una sección del programa, Máximo Pradera usa cualquier pretexto para acercarnos a la música en unos minutos que son una mezcla entre “canallesco” y “de culto” que no puede dejar indiferente a ningún oyente, como sucedió el pasado viernes con un recopilatorio sobre canciones dedicadas al mes de abril que consiguió hilar desde Ella Fitzgerald y Louis Armstrong hasta Joaquín Sabina. Casi nada.
Nuestro ciclismo patrio ha vivido un siglo entero sin dedicarle ni un verso al mes de abril. Bahamontes, Fuente, Ocaña, Arroyo, Perico o Indurain fueron los encargados de reclutar aficionados de distintas épocas que siguieron sus andanzas en Giro, Tour o Vuelta. Lo demás no existía. Las victorias de Miguel Poblet no tuvieron ni trascendencia ni continuidad por lo que la España ciclista, la del sofá y el MARCA, entró en el siglo XXI desconociendo que había otras carreras históricas (la mayoría en el mes de abril) más allá de las grandes vueltas. Nadie hablaba (seguramente tampoco hable ahora, en presente) de monumentos, de muros, de pavé, de hojas muertas… elementos todos ellos ideales para componer una preciosa canción. Ahora solo hace falta que entendamos que este ciclismo del mes de abril ha sido históricamente igual de importante que el otro, el de las grandes vueltas, el que España conoce. No hay ninguna razón para pensar que tiene menos mérito ganar una gran clásica que un Tour o un Giro, de la misma manera que nadie piensa que tiene menos mérito ganar los 100 metros lisos que los 3.000 obstáculos. En un futuro, no muy lejano, cuando no dominemos el ciclismo mundial como lo hacemos en la actualidad, habrá que agradecer a los Freire, Flecha o Valverde que nos hayan enseñado que se puede competir y ganar en otro tipo de pruebas, tan importantes como la que más. Aún hoy debemos enfatizarlo. Vamos con años de retraso.
Amanecía gris en Lieja y todo el mundo le preguntaba al gran favorito si la lluvia que se esperaba para el final de carrera le podía perjudicar en sus opciones. Alejandro Valverde, consciente de que no quería ver el agua ni de lejos, se limitó a contestar que no era seguro que sucediese. Pero cuando las cámaras de televisión conectaron en directo para ver los últimos 100 kms de carrera, las nubes ya habían abandonado su tradicional color para simular un atardecer adelantando. Llovería. Mientras, la competición seguía más o menos el guión habitual de los últimos años: poco movimiento, escaso ritmo en las subidas y muchas caídas. Un buen ataque en bloque del Astana unido a dos caídas numerosas dejó el pelotón en poco más de 60 unidades camino de la Redoute. Valverde aún conservaba a 3 compañeros cuyo objetivo no debía ser otro que intentar estar en el grupo de cabeza hasta los alrededores de Lieja. El objetivo de los demás equipos debió ser justo el contrario, pero no lo pareció. Subida plácida, sin ataques. Otro año más.
Así se llegó a la Roca de los Halcones, subida clave en varias ediciones anteriores. Katusha, el mejor bloque de lejos, apenas se atrevió a dar continuidad con Giampaolo Caruso al ataque que lanzó el “perdonado” Roman Kreuziger formando un buen trío con Jakob Fuglsang. Por detrás, sin apenas reacción, se vieron las carencias del Movistar que solo pudo mantener junto a su líder a Giovanni Visconti que, además, empezó a tener problemas de calambres. Dio igual. Con un grupo de casi 50 unidades algún equipo iba coger la responsabilidad para atrapar a los fugados. Realmente no fue un equipo si no un solo ciclista, el checo Zdenek Stybar marcó un ritmo fortísimo en los 10 kms que faltaban para llegar a la última cota, Saint-Nicolas, por lo que dejó al grupo a menos de 10 segundos de los escapados. Un pequeño arreón de Valverde seguido de otro aún más débil de Nibali permitió la definitiva neutralización de los fugados justo al coronar la cota. Nadie quiso hacer un ataque serio en la subida, ni siquiera el Katusha que contaba con dos balas en la recámara.
Ya bajo la lluvia, unos 15 ciclistas fueron guiados por Caruso en el descenso hasta la meta de Ans. Un pequeño intento de Romain Bardet no sirvió para romper la dinámica de un grupo que había mostrado poca ambición. No estaban allí Simon Gerrans, Philippe Gilbert o Michael Kwiatkowski, que fueron perdiendo sus opciones entre caídas y falta de fuerzas. Bajo la pancarta de último km ya dirigía el grupo Alejandro Valverde para encarar el repecho de Ans en la mejor posición para responder a cualquier hipotético ataque. Y llegó. Levantado de la bici, con una fuerza inusual, Dani Moreno puso la carrera en jaque. Intento seguirle sin éxito el joven Louis Meintjes e incluso pareció que Valverde también cedía sin las piernas necesarias para atraparle. El hueco se fue abriendo mientras Valverde mantenía un ritmo pausado por detrás. La victoria parecía decidida. Pero a 500 metros de meta, como si de una prueba de pista se tratase, prácticamente saliendo de parado, el ciclista murciano pegó un cambio de ritmo antológico, de los que hacía con facilidad en sus primeros años de profesional, de los que últimamente costaba más ver. Midió la distancia, calculó dónde arrancar y demostró una inteligencia ciertamente poco habitual. En apenas 200 metros ya tenía a Moreno casi atrapado, miró para atrás y vio que Joaquín “Purito” Rodríguez estaba acercándose a ellos. Decidió parar y esperar, coger aire antes de la curva de entrada a la recta de meta. Llegó “Purito” y llegó el resto del grupo. Dio igual. Tras la curva nadie pudo ni inquietar a Valverde en el sprint. Exhausto. Levantó los brazos. Se merece una canción, aunque sea en abril.
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